“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Esta frase, atribuida al escritor uruguayo Eduardo Galeano, expresa de forma positiva el poder transformador de las personas: muchas veces pensamos que no nos gustan las cosas tal como están pero que la responsabilidad de cambiarlas está en instancias más altas, como los responsables políticos o las grandes corporaciones.
Pero, lo cierto es que está en nuestra mano tomar decisiones individuales que pueden propagarse desde nuestro entorno a lo global.
En este artículo recopilamos tres historias pequeñas o quizás no tanto que esperamos sirvan como llamada a la acción. Buenas ideas llevadas a cabo e historias que emocionan y que hacen del planeta un lugar mejor.
El colombiano que rescata libros en la basura
Jose Alberto Gutiérrez conocido como «El señor de los libros» – La Prensa
A José Alberto Gutiérrez sus vecinos del barrio de San Cristóbal (Bogotá) le conocen como “Don José” o “El Señor de los libros”. A este hombre de 55 años, operario de limpieza urbana de la empresa Aguas de Bogotá, Tolstoi le provocó una revelación: en 1997, mientras conducía el camión de la basura, vio una caja de libros en la basura, entre los que destacaba “Anna Karenina”. Entonces decidió llevarlos a su casa en vez de al vertedero municipal.
Este fue el primero de los casi 30.000 libros rescatados por José. En 2001, después de recuperar cientos de libros, puso en marcha una biblioteca comunitaria para niños desfavorecidos de la capital colombiana y la fundación “La Fuerza de las Palabras”.
La fundación opera a nivel estatal recibiendo donaciones de particulares. Los libros que reciben se clasifican según la temática y se envían a los destinatarios finales según sus necesidades. De esta forma, José ha enviado libros a más de 450 bibliotecas, centros comunitarios y escuelas en Colombia, principalmente zonas rurales o afectadas por el conflicto armado. No obstante, como dice Don José “La lectura es el símbolo de la paz y de la esperanza en Colombia. Si a mí un libro me cambió la vida, imagínese el impacto en un lugar que haya sido víctima del conflicto armado”.
Apadrina un olivo y contribuye al futuro del entorno rural de forma sostenible
Oliete es un municipio de la montaña de Teruel que lleva el aceite en su nombre. Fueron los fenicios y luego los romanos los que plantaron los primeros olivos que se conservan en esta tierra que, en la actualidad, tiene un censo de 100.000 olivos centenarios en estado de abandono.
El éxodo rural se ha cebado con esta comarca, una de las más despobladas de Europa. En apenas 100 años pasó de tener 2.500 habitantes censados a los menos de 400 que viven en la actualidad, en general, población envejecida. La despoblación trajo consigo el abandono de los olivos, sustento económico de la localidad.
El proyecto Apadrina un Olivo busca recuperar el olivar abandonado y ponerlo en valor para conservar la biodiversidad de la zona mientras se genera una alternativa económica social y sostenible. La iniciativa tiene tres objetivos fundamentales que son la custodia del territorio y del patrimonio natural, la generación de oportunidades para personas en riesgo de exclusión y el desarrollo rural sostenible.
Para ello, se financia gracias al apoyo de personas de todo el mundo que apadrinan uno de estos olivos centenarios por 50 euros anuales. Además, cuenta con el apoyo de algunas empresas que se adhieren a su modelo de responsabilidad social corporativa.
Una colmena en tu casa
Las abejas son vitales para nuestra alimentación ya que son las principales encargadas de la polinización de las flores. Sin ellas, los cultivos alimentarios deberían recurrir a otros medios para poder dar frutos o bien producirían cantidades mucho menores.
El número de abejas y de otros insectos polinizadores está reduciéndose a nivel mundial, sobre todo en las zonas más industrializadas de Estados Unidos o Europa. Los químicos tóxicos, como los plaguicidas, son la principal causa de este declive sin descartar otros factores como el calentamiento global o la contaminación.
Para contribuir a la supervivencia de las abejas, la startup suiza Wildbiene + Partner ha creado una pequeña colmena que puede instalarse en un balcón o en un jardín. De esta forma, cualquiera puede convertirse en apicultor aficionado, proporcionarles un lugar seguro donde reproducirse y contribuir a la polinización de las flores.
Desde su lanzamiento en 2013, la empresa tiene más de 30.000 clientes particulares, así como 300 agricultores suizos. El número de interesados no deja de aumentar por lo que a partir de este año la oferta se ha extendido a Francia.