Produce poco y gasta mucho. Esto es el mejor resumen para entender el metabolismo urbano, una especie de “demandador” constante de materia y energía que transforma y consume para después expulsar contaminación y residuos. Entre estos “sobrantes” hay todo tipo de sustancias, y algunas de ellas son los Gases de Efecto Invernadero (GEI) que provocan el calentamiento de la atmósfera y los efectos del cambio climático.
El más popular es el dióxido de carbono (C02) generado por la quema de combustibles fósiles en el transporte, la producción eléctrica, los sistemas de calor de los hogares, etc. (es importante no confundirlos con otras sustancias que están más relacionadas con la contaminación del aire). Tal es la relevancia del C02 que a la suma de todos los GEI se le llama C02 equivalente (C02 eq), una forma sencilla de trabajar solo con una cifra de emisiones globales comprensible y comparable.
Si se quieren cumplir los objetivos del Acuerdo de París sobre cambio climático (no sobrepasar un aumento de temperatura de 2 grados) y más del 75% del C02 se genera en las ciudades… no resulta muy difícil entender dónde tenemos que cambiar los modelos de vida, de consumo, de producción…?
Es destacable cómo aquellas ciudades que son muy ambiciosas en sus planes climáticos suelen tener en casi todos los casos un potente plan o estrategia de economía circular, porque la circularidad (no solo en gestión de residuos) aporta una visión holística para alcanzar tanto la descarbonización como para la desmaterialización. La mayoría de estos planes pertenecen a ciudades europeas.
Un ejemplo de ciudades climáticamente comprometidas
Aquí os dejamos algunos ejemplos de ciudades que tienen planes climáticos con diferentes objetivos, en ocasiones adaptados a la realidad de cada país y sus capacidades. No es lo mismo reducir emisiones en Copenhague, por ejemplo, que en Lima.
Beijing
La capital china tiene planes para reducir sus emisiones, en la línea de los que tiene el país. Hay que recordar que, por lo general, las ciudades chinas han crecido en los últimos años (y lo siguen haciendo) sin ningún criterio de sostenibilidad ambiental ni control de las emisiones.
El Gobierno chino ha propuestos reducciones importantes de C02 en las diferentes cumbres climáticas (COP), pero el uso de los combustibles fósiles sigue siendo mayoritario, si bien es cierto que China también es un líder destacado en energías renovables. No obstante, el Gobierno de país se ha puesto como meta la neutralidad climática en 2060, mucho más tarde que, por ejemplo, los países de la UE o Estados Unidos.
Con sus más de 21 millones de habitantes, Beijing es, según un estudio de la Universidad de Guanzhou, la quinta ciudad del mundo que más C02 emite.
Más del 40% de sus emisiones proceden del transporte, especialmente de los vehículos privados, un porcentaje habitual en casi todas las ciudades chinas.
Beijing tiene varios planes climáticos para, por ejemplo, reducir el uso de carbón en los sistemas de calefacción de las viviendas, elevar el nivel de eficiencia energética en las viviendas de nueva construcción y reducir el volumen de tráfico en el centro de la ciudad. De hecho, la ciudad tiene desde 2017 una Zona de Bajas Emisiones (ZBE) en el centro urbano para vehículos pesados.
Copenhague
La capital danesa es puntera en planes climáticos y ambientales desde hace décadas.
Su Plan Climático CPH 2025 se basa en cuatro pilares: Reducción el consumo de energía; producción de energía limpia; movilidad sostenible, y una nueva concepción de la administración pública de la ciudad.
Tiene el que es posiblemente el objetivo más ambicioso a corto plazo de las ciudades del mundo: la neutralidad climática en 2025, con proyectos en edificación cero emisiones, producción local de energía renovable, residuos cero (plan Circular Copenhagen), soberanía alimentaria, movilidad limpia y renaturalización urbana.
Glasgow
Con unas emisiones algo por encima de los dos millones de toneladas de C02 anuales, la ciudad escocesa tiene un Plan Climático diseñado en 2019 para intentar llegar a la neutralidad climática 2030. El Plan aporta 61 recomendaciones sobre, vivienda, consumo responsable, energía, movilidad (ya hay una amplia Zona de Bajas Emisiones), etc.
Pero las medidas que más destacan son las relacionadas con la protección de la biodiversidad en la región que circunda Glasgow como parte imprescindible para la vida en la ciudad, pensando en los servicios ecosistémicos que nos aporta, como aire para respirar, sumidero de C02, agua, alimentos…
Lima
Fue en 2021 cundo la ciudad peruana aprobó su Plan Local de Cambio Climático con 144 acciones de mitigación, adaptación y gobernanza organizadas en nueve estrategias con el objetivo global de reducir en 30% las emisiones para 2030 (con una visión de ciudad para 2050).
Algunos de sus puntos clave son incluir los objetivos climáticos en todos los aspectos de la gobernanza local, la educación y comunicación con la ciudadanía, la movilidad sostenible, la gestión integral de residuos sólidos, y la energía limpia.
También se está trabajando en aspectos de adaptación al cambio climático, como en la eficacia del ciclo integral del agua, la calidad del aire, la mejora de los ecosistemas verdes de la ciudad y la seguridad alimentaria.
Melbourne
Por lo general, las ciudades australianas están muy comprometidas con el cambio climático.
Melbourne tenía un Plan Climático de 2009 que fue actualizado en 2017 y que ha visto mejorados sus objetivos en los últimos años convirtiéndose en la Estrategia de Mitigación 2050 arropada por la declaración oficial de Emergencia Climática. Su gran objetivo es la neutralidad de emisiones para el año 2040.
La Estrategia se basa en cinco actuaciones: alcanzar el 100% de cobertura de la demanda de energía con fuentes limpias; cero emisiones en los edificios de la ciudad; reducción de las emisiones en todas las instalaciones municipales; cero emisiones en el transporte; reducción de impacto en la gestión de los residuos, y una búsqueda de sinergias entre la reducción de emisiones y la innovación, la naturaleza y las nuevas economías urbanas.
París
La ciudad trabaja en dos dimensiones temporales: para 2030 aspira a una reducción del 50% en emisiones locales, mientras que el objetivo para 2050 es la neutralidad climática, en relación con los 25,6 millones de toneladas de C02 asignadas a la ciudad en el año 2014.
Para ello, no solo va a trabajar en la reducción de las emisiones locales que genera la propia ciudad (transporte, edificación o actividad económica), sino también en las llamadas “externas” (aquellas emisiones que no se producen en la ciudad pero que son producto de su actividad y consumo), por ejemplo las que generan los aviones que llegan o salen de París, el consumo de alimentos o la energía consumida.
El objetivo es reducir en un 100% las emisiones locales y un 80% las externas, cubriendo el 20% restante con planes de compensación. Dos de las claves están en la gestión de una nueva movilidad más sostenible y en la meta de consumir solo energía renovable.
A esto se suma su recientemente aprobado Plan Local de Urbanismo 2040, plenamente centrado en la adaptación al cambio climático, con 300 nuevas hectáreas de zonas verdes y un proceso para despermeabilizar el 40% del suelo de espacio público.
Oslo
Con un proyecto integral de la ciudad, donde se incluye la creación de un nuevo barrio que abre la urbe al fiordo (aquí están los emblemáticos edificios de la Ópera y del Museo Münch) y la regeneración del caso antiguo, Oslo pretende reducir sus emisiones de C02 directas (las producidas en la ciudad) hasta en un 95% para 2030 (tomando como base las emisiones de 2019), de manera que tanto la mitigación como la adaptación están incorporadas a todas las decisiones urbanas. También quiere reducir en un 10% la demanda de energía y que toda la producción provenga de fuentes renovables.
Su Plan Climático tiene 16 objetivos y se enfocan especialmente en la reducción en tres sectores: la movilidad, causante de más del 35% de las emisiones de la ciudad; la construcción, centrando varias medidas en procesos de economía circular para los residuos de construcción y derribo, y la incineración de los residuos urbanos, que actualmente representan cerca del 20% de las emisiones.