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Medallas, moho y algas: genialidades para proteger el medioambiente

Los científicos se afanan en encontrar maneras de cumplir las tres erres: reducción, reutilización y reciclaje. De su inquieta inspiración nacen ideas que pocos podrían evolucionar hacia algo práctico que ayude a conservar el medioambiente. Os muestro tres soluciones insólitas que combaten la acumulación de residuos.

 

Las medallas más limpias

medallas Rio 2016

La basura electrónica podría convertirse en el triunfo de los JJOO de Tokio de 2020.

Los organizadores de la competición han propuesto hacer las medallas con metales extraídos de residuos electrónicos.

Japón es una mina de metales preciosos gracias a su basura. Es el primer productor de aparatos electrónicos y por lo tanto también de residuos. Cerca de 650.000 toneladas de pequeños aparatos electrónicos y electrodomésticos se tiran cada año. En 2014, Japón recuperó de los dispositivos desechado 140 kg de oro, 1.570 kg de plata y 1.110 toneladas de cobre. Más que suficiente para hacer las medallas. Las de los JJOO de Londres se fabricaron con 9.6 kg de oro, 1.210 kg  de plata y 700 kg de cobre.

La idea es magnífica, pero hay un problema. No hay una cultura firme de reciclaje electrónico en el país nipón. De los cientos de toneladas de e-basura que se generan cada año solo 100.000 se reciclan. Elocuente es el experimento para estimular la conciencia de reciclaje que hizo el Ministerio de Medioambiente. Pidió a los municipios que recogieran 1 kg de pequeños productos electrónicos por persona y año. Solo consiguieron 100 gramos.

 

Del váter al motor

Cultivo de algas
Cultivo de algas via ‘All gas’

Las algas y las bacterias son otro de los grandes aliados del reciclaje. En este caso para sanear aguas residuales procedentes de nuestros váteres y transformarla en energía. Lo están experimentando en la depuradora de El Torno, que da servicio a los vecinos del centro de Chiclana.

Bajo el sol, se colocan en grandes piscinas las aguas residuales previamente filtradas para eliminar papeles y plásticos. Estas se mantienen en constante movimiento con unas palas removedoras. En esa sopa, las algas se alimentan de los compuestos de nitrógeno y fósforo típicos de este tipo de desechos, y del dióxido de carbono que liberan las bacterias. Estas últimas a su vez necesitan el oxígeno que las algas producen en la fotosíntesis. Así, el círculo se cierra.

El resultado es un biogás a partir de las algas y un fertilizante agrícola con los restos de la sopa.

El siguiente paso que han de dar los investigadores es desarrollar un método para eliminar algunos compuestos indeseados que acompañan al biogas resultante. Cuando consigan purificarlo podrá usarse como biocombustible.

 

 

Hongos para reciclar baterías viejas

Aspergillus niger. Vía | Universidad de Adelaida
Aspergillus niger. Vía | Universidad de Adelaida

Los hongos podrían ser la solución para acabar con la contaminación derivada de la basura electrónica. Estos seres vivos son capaces de recuperar elementos tóxicos de las baterías viejas de los teléfonos móviles, tabletas, cámaras de fotos, cepillos de dientes y demás dispositivos electrónicos que usamos en nuestro día a día. Estos elementos son altamente contaminantes si se vierten sin control en el medioambiente. Por eso es fundamental procesar adecuadamente las baterías cuando terminan su vida útil.

Los científicos andan en busca de maneras de recuperar el litio de esta basura para reutilizarlo y evitar que acabe contaminando aguas y suelos. Hace unas semanas investigadores de la Universidad del Sur de Florida anunciaron su último avance en esta dirección. Han descubierto que los hongos Aspergillus niger (el típico moho que aparece como una mancha negra en los tomates), y las penicilinas Penicillium simplicissimum y Penicillium chrysogenum son nuestros mejores aliados en el reciclaje.

Estos mohos colocados sobre las baterías previamente pulverizadas producen ácidos de manera natural, que disuelven los metales. Así extraen el 85% del litio y el 48% del cobalto, otro metal preciado y contaminante.

El reciclado de baterías tradicional implica altas temperaturas y el uso de compuestos químicos que pueden ser peligrosos. Con los hongos el proceso se abarata y es mucho más seguro.

 

 

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