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Plantar más árboles urbanos contra el cambio climático

 

A las puertas de la COP28 (del 30 de noviembre al 12 de diciembre en Emiratos Árabes Unidos, EAU), donde hemos de avanzar en la ambición climática, ya sabemos que las emisiones de C02 aumentaron en 2022 a nivel global (muy probablemente hagan lo mismo en 2023), aunque se reducen en la Unión Europea y Estados Unidos. 

Esta mitigación de las emisiones inevitablemente tiene que venir acompañada de proyectos de adaptación, porque los efectos del calentamiento global ya son evidentes con el aumento de las temperaturas (este verano pasado ha sido el tercero más caluroso desde que hay registros), lluvias torrenciales y períodos prolongados de sequía, entre otros impactos y desajustes.

Una de las acciones que muchas ciudades del mundo están implementando es la renaturalización de los entornos urbanos. Aunque hay más de una veintena de espacios “susceptibles” de naturalizar y muchas técnicas para hacerlo, plantar árboles es una de las más extendidas. Existen numerosos ejemplos de ciudades que están llevando a cabo operaciones de plantación de arboles, tanto en espacios verdes ya existentes y en zonas nuevas como en calles y plazas. 

La relación entre los árboles urbanos y el cambio climático es evidente, pues actúan como sumideros de carbono y reducen la temperatura de las calles amortiguando el llamado efecto “isla de calor” creado por el asfalto, los edificios y el tránsito de vehículo de combustión.

 

Cómo medimos el verde urbano

Las evidencias científicas son incuestionables.  El prestigioso Instituto de Ciencias Atmosféricas y del Clima de Zúrich (Suiza) ha realizado una investigación sobre este tema y concluye que los árboles (en general las zonas con vegetación) pueden reducir hasta en 12 grados la temperatura en las grandes ciudades muy densamente pobladas. Del mismo modo, el Instituto de Salud Global de Barcelona, ha realizado recientemente un estudio sobre 93 urbes europeas e indica que cubrir un 30% de superficie urbana con cobertura arbórea podría rebajar en un tercio el número de fallecimientos durante la época estival gracias a la reducción del calor en las ciudades en cerca de 1,3 grados. 

Según este informe, de las 93 ciudades analizadas, las que mayor densidad de cobertura arbórea tienen de su superficie urbana son Berlín, (33,3%), Graz (26,4%), Hamburgo (23,6%), Frankfurt (23,3%), Basilea (23,2%) y Lieja (21,4%). Por el contrario Sevilla apenas llega al 5,5%, mientras que Barcelona y Madrid también están a la cola de la lista con un 8,4% y 9,4%, respectivamente, aunque las peores ciudades son Atenas, con apenas el 3% y, sorprendentemente, Copenhague, cuyo espacio arbóreo es del 7,4% respecto a su superficie urbana total.

 

Efectos de la isla de calor urbana

Infografía sobre la llamada isla de calor en las ciudades de IS Global.

 

Sin embargo, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente, las cinco ciudades con más árboles y zonas verdes en Europa en proporción directa a su superficie son Oslo (Noruega), Berna (Suiza), Liubljana (Eslovenia), Berlín (Alemania) y Madrid (España). 

Incluso hay otros rankings que arrojan datos diferentes, porque hay muchas formas de “medir” el verde urbano. Pensad, por ejemplo, en una ciudad con un término municipal relativamente grande, que no tiene una gran cantidad ni de parques ni de árboles en sus calles, pero que sí cuenta con un gran bosque en las afueras del caso urbano. En proporción, los indicadores nos dirán que es una ciudad muy arbolada. Y el dato sería correcto, pero no quiere decir que sea una ciudad “con muchos árboles”. Por esto, la mayoría de los rankings que incluyen en su análisis todas las ciudades europeas están encabezados normalmente por ciudades medianas o pequeñas de los países nórdicos.

El Senseable Lab” del MIT y el Foro Económico Mundial (WEF) poseen una herramienta de medición llamada Treepedia que analiza a nivel mundial el número de árboles y porcentaje que cubren de la ciudad. En este caso, gana la ciudad norteamericana de Tampa, seguida de Singapur, Oslo, Vancouver, Sidney y Montreal.

 

 herramienta de medición llamada Treepedia que analiza a nivel mundial el número de árboles y porcentaje que cubren de la ciudad

Ejemplo de comparativa de árboles en diferentes ciudades en la plataforma Treepedia.

 

Además, estos datos, que miden el porcentaje de superficie arbórea sobre la superficie de cada ciudad, son diferentes cuando se analiza el número total de árboles de una urbe y su gestión. Si lo hacemos así, tendremos una radiografía diferente. De hecho, Madrid ha vuelto a ser reconocida, por cuarto año consecutivo, como ‘Ciudad arbórea del mundo’ por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Fundación Arbor Day. Este ranking de ciudades se construye teniendo en cuenta cinco factores, entre ellos poseer una estructura dedicada a gestionar la masa arbórea, la existencia de un censo que registre los árboles urbanos o poseer una legislación y una normativa para el cuidado de los árboles.

 

Madrid, la ciudad más arbórea del mundo, según la FAO y la Fundación Arbor Day

 

Biofilia en la ciudad

La biofilia, el amor innato hacia la naturaleza y la plena conexión con ella es una idea que va calando en muchas ciudades volcadas en cubrir con un “manto verde” sus calles y plazas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) todos los ciudadanos deberían tener un espacio verde (de al menos 0,5 hectáreas) a no más de 300 metros de su vivienda.  Este es el principio básico de la llamada “regla 3-30-300”, que además de los mencionados 300 metros, propone que cada vecino vea desde su domicilio como mínimo tres árboles y que el 30% de su barrio tenga cobertura vegetal.

Las infraestructuras verdes en general, y los árboles en particular, aportan una serie de beneficios no solo para absorber C02 y reducir las “islas de calor”, sino también para proteger la salud humana, pues está comprobado que disminuyen el riesgo de enfermedades cardiovasculares, fomentan la actividad física, mejoran la salud mental y reducen la contaminación atmosférica y acústica. 

Por ello, y por todos los beneficios que reporta, plantar árboles es una práctica cada vez más común en entornos urbanos, siempre teniendo en cuenta que hay que plantar especies autóctonas (o en todo caso resistentes a las crecientes temperaturas), de una manera lógica (por ejemplo, teniendo en cuenta la distancia entre un árbol y otro) y en lugares donde puedan crecer sin problemas, tanto en superficie (la copa en ancho y alto)) como bajo tierra (espacio suficiente para expandir sus raíces).

Necesitamos más árboles en la ciudad, por nuestra propia salud y por la del Planeta, pero teniendo en cuenta la estructura y morfología urbana de cada ciudad, sus necesidades y los niveles de adaptación que necesita en función de su vulnerabilidad al cambio climático.

 

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