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Ecosistemas congelados: la vida bajo cero

Empezamos el año 2021 con un regalo de Reyes helador: La borrasca Filomena, un nombre difícil de olvidar, hizo su entrada por el Atlántico afectando a gran parte de la península Ibérica. 

Esta tormenta perfecta provocó graves inundaciones en el sur peninsular y nevadas de hasta 60 cms que afectaron, como todos hemos visto, a ciudades de la meseta como Toledo, Cuenca, Guadalajara, Zaragoza o Madrid. No en vano, Filomena fue la mayor tormenta de nieve en España de los últimos 50 años. 

Por si fuera poco, tras esta borrasca, el interior de la península sufrió una ola de frío con la consiguiente formación de placas de hielo, problemas de incomunicación y falta de suministros. 

Si bien algunas zonas del país están acostumbradas a este tipo de climas polares, en otros lugares, como Madrid, la situación dista mucho de estar resuelta. Dice el refrán popular que “Año de nieves, año de bienes”, así que toca resignarse y ser positivos. 

Aprovechando las estampas polares que hemos visto en los medios de comunicación estos días, vamos a hablar de cómo es la vida en ecosistemas donde la nieve y el hielo están a la orden del día. Mejor será que te abrigues. 

Chilly Willy, el pingüino friolero, el insólito protagonista de una serie de dibujos animados muy popular. 

Los ecosistemas polares

Un ecosistema es una comunidad de seres vivos cuyos procesos vitales se relacionan entre sí y se desarrollan en función de los factores físicos de un mismo ambiente. Entre estos factores físicos se encuentran la temperatura, las lluvias o la forma del terreno, entre otros.  

Los ecosistemas polares, por tanto, son comunidades de seres vivos que se sitúan en las remotas regiones polares del planeta, es decir, en el Polo Norte y en el Polo Sur. Los ecosistemas del polo norte se conocen como árticos y los del polo sur, como antárticos. 

Aunque ambos se caracterizan por las bajas temperaturas existen grandes diferencias: la Antártida es un continente cubierto por una capa de hielo de 4 km de grosor, en cambio, el Ártico es una extensión de agua helada. Naturalmente, esto influye sobre los organismos que conviven en cada uno de ellos.

Ballenas, osos, pingüinos y pequeños crustáceos

Zorro del ártico. Foto de Jonatan Pie en Unsplash 

Una pareja de pingüinos antárticos. Foto de Torsten Dederichs en Unsplash

Un oso polar dándose un baño. Foto de Annie Spratt en Unsplash

 

Una característica fundamental de los ecosistemas polares es la escasa presencia de seres humanos, lo que explica la existencia de grandes animales, sobre todo en las zonas sumergidas. Entre los animales que podemos encontrar en los Polos, se encuentran los pingüinos, las ballenas, los lobos de mar y las focas leopardo (en la Antártida); y los osos, las focas o las morsas, en el Ártico. 

Ballena jorobada. Foto de Rod Long en Unsplash

 

Una curiosidad del ecosistema antártico es que en él se encuentra una de las especies más abundante del planeta: el krill. El krill es un grupo de crustáceos de tamaño entre 1 y 6 cm, con forma de camarón y que constituyen la base de la cadena trófica de la Antártida. 

Las placas de hielo sirven de zonas de cría para estos organismos que forman parte del menú del día de focas, aves o ballenas. Una ballena azul puede devorar 3,6 toneladas de krill en un solo día.  

Este pequeño crustáceo es la base de la dieta antártica. Foto de Wikimedia.

 

En lo que respecta a la flora, las condiciones ambientales más amables del polo norte en comparación con las del sur, favorecen el desarrollo de líquenes, musgos y plantas con flores. En la Antártida el número de líquenes y musgos es mucho más reducido y solo es posible encontrar una gramínea (Deschampsia Antarctica) y una planta con flores (Colobathus quitensis).

El Permafrost: un almacén de carbono

Foto de Ant Rozetsky en Unsplash

Las bajas temperaturas no solo provocan que se congele el agua, también el suelo puede permanecer helado meses e incluso años. Estos suelos reciben el nombre de permafrost y es posible encontrarlos en la Antártida pero también en las regiones boreales de Alaska, Rusia o el continente europeo

Estos suelos tienen una antigüedad superior a 15.000 años. Durante este tiempo, han ido almacenando y conservando el carbono de los restos de seres vivos que habitaron en ellos. Si el permafrost se derrite, liberará a la atmósfera gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono o el metano, por eso es importante conservar estos suelos y evitar que se descongelen. 

Ya que vamos dejando atrás enero de 2021 y nos dejan la borrasca filomena y las fuertes lluvias, iremos descubriendo que bajo la nieve vuelve a surgir la vida cotidiana que conocíamos. Mientras tanto, es importante conocer y conservar estos ecosistemas congelados que, en su composición química, guardan el secreto de los ingredientes para la vida. ¡Cuéntanos qué te parecen estas increíbles áreas y qué propones para conservarlas!

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