El visionario Julio Verne publicó “Viaje al centro de la Tierra”, uno de sus libros más exitosos, en 1864. La novela cuenta la expedición del profesor Lidenbrock, su sobrino Axel y el guía islandés Hans al interior de la corteza terrestre siguiendo las instrucciones de un viejo pergamino. El punto de partida para iniciar el descenso al núcleo terrestre es el volcán Snæfellsjökull, cerca de Reikiavik, Islandia.
Volcán Snaefellsjökull, donde Julio Verne sitúa el inicio de la aventura (vía Wikimedia)
No en vano, Islandia, aunque pueda parecer lo contrario, es uno de los puntos calientes del planeta, su peculiar geología hace que esta isla del tamaño de Andalucía rebose de energía natural que emana de la tierra en forma de géiseres, manantiales de aguas calientes, volcanes o campos de vapor de altas temperaturas. Esta energía renovable, que procede del interior de la Tierra, se llama geotérmica y representa el 66% de la generación eléctrica del país.
Édouard Riou. Pelea de dinosaurios en el mundo interior. Ilustración de la novela (vía Wikimedia).
Geotermia: aprovechando el calor terrestre
El término geotérmico proviene del griego geo (“Tierra”) y thermos (“calor”), literalmente “calor de la Tierra”. Sabemos que el núcleo terrestre está muy caliente y que la temperatura aumenta con la profundidad. Sin embargo, hay capas de la corteza terrestre que están cerca de la superficie por las que se filtra parte de este calor en forma de agua caliente o vapor, como es el caso de los volcanes, géiseres o las fuentes termales.
La energía geotérmica es un tipo de energía renovable que se obtiene, precisamente, aprovechando este calor terrestre. Poder extraer energía “del suelo” presenta una serie de ventajas: hay en todas partes, se puede utilizar a gran o pequeña escala y resulta relativamente asequible incluso para países en vías de desarrollo o con dificultades a la hora de acceder a otras fuentes energéticas.
El uso directo del calor de la Tierra no es algo nuevo. Un ejemplo claro es la civilización romana, que aprovechaba la energía geotérmica cercana a la superficie para calentar edificios y baños públicos, conocidos como termas. Este aprovechamiento del calor terrestre de temperatura moderada (de menos de 90º a 150º C) podemos verlo en la actualidad en instalaciones de calefacción domiciliaria, agrícolas, acuícolas o más lúdicas como los balnearios, por ejemplo.
No es de extrañar que países tan dependientes de la energía geotérmica como la citada Islandia, use la mayor parte de esta fuente de energía natural en su sistema de calefacción central para todos los hogares, sus instalaciones públicas, e incluso el calor del subsuelo para favorecer el turismo internacional en atracciones tan llamativas como el balneario de Blue Lagoon.
El uso indirecto de la energía geotérmica para calentar y refrigerar edificios está muy extendido y no requiere fuentes termales. Aprovecha la regulación térmica natural que proporcionan las capas más superficiales de la corteza terrestre. De esta forma, cuando hace frío, el calor de la tierra se extrae por bombas de calor y cuando hace calor, el proceso se invierte, transfiriendo el calor del ambiente a la tierra.
Géiseres, volcanes y aguas termales
Los géiseres son la forma natural más conocida de la energía geotérmica. Palabra de origen islandés, un géiser es básicamente un agujero en la tierra del cual salen columnas de agua caliente subterránea expulsadas violentamente junto con el vapor. Parte de esta agua caliente expulsada es atrapada en capas de rocas que forman los yacimientos geotérmicos secos o piedras calientes.
Imágenes del parque nacional de Timanfaya (vía Wikimedia).
Normalmente, para que haya géisers es necesario que haya actividad volcánica. Un buen ejemplo para ver el poder volcánico e incluso un géiser improvisado es el Parque Nacional de Timanfaya, en la isla de Lanzarote.
Timanfaya es un paisaje moldeado por erupciones volcánicas, las más recientes tienen apenas dos siglos. Como describe el ermitaño Hilario, testigo de una de estas erupciones, en sus crónicas “El día 1 de septiembre 1730, entre las nueve y las diez de la noche, la tierra se abrió en Timanfaya, a dos leguas de Yaiza… y una enorme montaña se levantó del seno de la tierra”.
La ausencia de vegetación, los conos volcánicos, los suelos de lava ásperos y rocosos, los desiertos de cenizas, la arquitectura de César Manrique, y los colores alucinantes convierten a Timanfaya en un lugar de otro planeta que merece mucho la pena visitar. Por si fuera poco, en Timanfaya puedes observar curiosidades como el vulkan-grill, una parrilla para asar alimentos usando directamente el calor que emana de una grieta terrestre, o un pequeño géiser artificial.
As Burgas, manantiales urbanos de agua caliente y símbolo de la ciudad (vía Wikimedia).
En cuanto a aguas termales, quizás la ciudad termal por excelencia sea Budapest, en Hungría. Pero si quieres disfrutar de piscinas naturales de agua caliente tienes un destino mucho más cercano, en Galicia.
Estamos hablando de Ourense, la segunda ciudad termal de Europa, cuyas aguas termales ya eran conocidas por los romanos. Toda la provincia en general y su capital en particular disponen de un total de 70 instalaciones termales que van desde balnearios para tratamientos saludables a piscinas o termas de relax y ocio, muchas de ellas gratuitas.
En este artículo hemos visto que el potencial y la versatilidad de la geotermia, una forma limpia y renovable de obtener energía. El aumento de la demanda de energía renovable y los planes de descarbonización de empresas privadas y Gobiernos harán sin duda que estos tipos de generación de electricidad y calor sean cada vez más y más populares. ¿Conoces algún ejemplo de geotermia en tu localidad? ¡Cuéntanoslo en los comentarios!
