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Marieta García: ‘reciclar es como hacer magia’

Recientemente el EUROSTAT, la oficina estadística de la Unión Europea, publicaba un informe sobre los residuos domésticos. Basado en datos del año 2013, cada español produjo una media de 449 kilos de basura anual, 1,2 kilos diarios, por debajo de la media comunitaria que se sitúa en 481 kilos.

Marieta y Santiago son una pareja de educadores ambientales que trabajan en la cooperativa Gea Coop, con sede en Valladolid. Siguiendo la máxima “háztelo tú mismo” han llevado a cabo un interesante experimento en su propia casa: tomar conciencia de los residuos generados  e implantar una estrategia de sostenibilidad ambiental en su hogar. Así hasta reducir su cubo de basura a 29 kilos en un año, 15 veces menos que la media nacional según EUROSTAT. Marieta García nos cuenta cómo lo han conseguido:

 

¿Cómo se os ocurre este experimento?

Tanto Santiago como yo estamos muy interesados en temas de consumo responsable y sostenibilidad ambiental y colaboramos con el Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM), contribuyendo de forma activa en la redacción de contenidos y trucos de sostenibilidad en el blog Hogares Verdes, que trata temas como la prevención de residuos en casas particulares, organismos, colegios, etc. Se puede decir que en nuestra casa llevamos a cabo una estrategia de consumo y prevención basada en la responsabilidad ambiental.

Así que, movidos por la curiosidad, durante un año, estuvimos pesando nuestra bolsa de basura, en la que introducíamos todos los elementos no reciclables.

  

basura y medidor de peso
¿Cómo clasificáis los residuos?

Consideramos como “basura” cualquier material de consumo no reutilizable, reciclable o compostable. Nuestro juego consistió en pesar diariamente esa “basura” y desarrollar una estrategia para reducirla basada en nuestra responsabilidad como consumidores: antes de comprar un producto nos planteamos si el producto en sí y la forma de distribución se alineaba con principios de eficiencia energética, proximidad al productor por ejemplo,  y economía circular, facilidad para convertir los residuos en recursos.

Dentro del cómputo de “basura” no contabilizamos algunos residuos como los orgánicos, que compostamos para utilizar en el huerto de nuestra casa; el vidrio, que tiene una tasa alta de reciclado o el papel y cartón, depositándolos en los contenedores adecuados o reutilizándolos para algunas tareas. También hemos “rescatado del vertedero” algunos materiales como los textiles. La ropa puede tener una nueva vida: se puede customizar, regalar o intercambiar.

 

¿Os ha supuesto un sobreesfuerzo?

Para nada, siempre hemos sido responsables ambientalmente de los productos que consumimos así que el único “trabajo” nuevo era el de pesar el cubo de basura una vez al día. Incluso estamos pensando en extender este sistema de contabilidad ambiental al compost que hacemos. 

Desde el primer momento nos lo planteamos como un reto, cada día que avanzas y que sigues con el proyecto te sientes con más fuerzas para continuar en el juego. Empezar es fácil, sólo hay que mirar a tu cubo de basura y hacerte algunas preguntas.

 

¿A qué te refieres con “mirar al cubo de basura”?

El ciudadano responsable debe mirar su basura y analizar lo que está tirando y lo que puede tener otra vida. Esa es la primera fase. Una vez que tenemos conciencia de lo que desechamos, el juego consiste en aplicar de forma imaginativa las 3R (reducción, reutilización y reciclaje) para adelgazar nuestro cubo.

En nuestro caso, empezamos a trabajar en el lineal del supermercado, seleccionando productos que no contengan materiales que haya que tirar a la basura. Nos fijamos en el producto y en qué material viene envasado, priorizando la compra “a granel” o en envase de vidrio, medioambientalmente más razonable que los envoltorios de plástico. Nos dimos cuenta también de que comprábamos productos que realmente no nos hacían falta. También reutilizamos envases, como por ejemplo los cartones de huevos, tarros de vidrio, etc.

Además, participamos en una red de consumo responsable, por lo que muchos productos los compramos directamente al productor de origen. Son productos “kilómetro cero”, elaborados cerca de casa lo que minimiza los costes energéticos del transporte o del almacenamiento. Un buen ejemplo es la leche, la compramos a ganaderos de Valladolid que la distribuyen en las clásicas botellas de vidrio.

Marieta compostando residuos

¿Nos puedes contar algunos de los retos de reciclado más complejos a los que os enfrentasteis?

Aprovechamos el aceite de cocina para hacer jabón casero, de hecho organizamos talleres prácticos que tienen mucho éxito porque todos podemos hacer jabón en casa, independientemente de que vivas en una casa en el campo o en un pequeño apartamento en el centro. Con la ropa también se pueden hacer muchas cosas sin la necesidad de ser un experto costurero: podemos customizar las piezas para darles un toque personal, regalar la ropa o intercambiarla con gente cercana.

 

¿Consideráis que vuestra propuesta puede extenderse al resto de la población?

Rotundamente sí, todo el mundo puede actuar de esta manera con un pequeño esfuerzo, pero hay que empezar poco a poco para generar un hábito. Empiezas planteándote pequeños retos ambientales, por ejemplo comprar en envase de vidrio, apagar el ordenador cuando termines de trabajar etc. y vas añadiendo cada vez más cosas. Es la mejor forma de asimilarlo, dándonos un atracón intentando cambiar todos nuestros hábitos de golpe no vamos a conseguir nada. Hay que ir paso a paso.

Por otro lado, hay que mejorar sensiblemente la forma en que informamos a la ciudadanía. Por ejemplo, un Ayuntamiento puede poner en marcha una serie de medidas ambientales muy buenas, pero si las comunica mal al ciudadano va a conseguir confusión, todo lo contrario de lo que persigue.

Finalmente, es importante que la gente vea, toque y sienta la magia: en el barrio en el que vivimos hay una huerta comunitaria con un compostero. Te puedo asegurar que la gente se queda encantada cuando ve que los residuos orgánicos que acababan en su cubo de basura hace 6 meses se han convertido en un producto útil, uniforme, que se puede tocar y que no huele. Para mí esto es magia ¿y qué pasa cuando la gente ve y toca esa magia? Pues que quiere hacerla.

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