La expresión “eres un burro” puede que deje de tener significado para las generaciones venideras. Animales rurales tan típicos como burros, asnos o bueyes están en peligro de extinción. Aquí contamos los datos, y por qué es importante evitarlo.
La biodiversidad doméstica en peligro de extinción
Animales rurales típicos como burros, asnos, bueyes, cabras o cerdos están desapareciendo en todo el mundo. O, mejor dicho, especies autóctonas, únicas de un lugar en el que han vivido durante miles de años.
La Organización de la Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) incidía en este problema con un informe que reunía, en 2019, “pruebas crecientes y preocupantes de que la biodiversidad que sustenta nuestros sistemas alimentarios está desapareciendo, lo que pone en grave peligro el futuro de nuestros alimentos y medios de subsistencia, nuestra salud y medio ambiente”.
De las 7.745 razas de ganado locales (que se dan en un solo país) registradas en el mundo, “el 26% está en peligro de extinción”, subrayaba el estudio.
Y no es la primera vez que este organismo internacional alertaba de dicha situación. En 2007, sus responsables publicaban otro informe que confirmaba la desaparición de docenas de todo tipo de razas de animales rurales en todo el mundo. Según sus autores, entre un 20% y un 30% de los recursos zoogenéticos que quedan corren gran peligro de perderse, y añadían que apenas se estaba haciendo algo para evitarlo.
Causas de la desaparición de las especies rurales
Las causas son diversas. El avance de la maquinaria y la tecnología ha llevado a prescindir de estos animales en algunos casos. En otros la “globalización ganadera”: las grandes granjas industriales han optado por una especie comercial que ha llevado en la práctica a dichas especies locales al ostracismo y a su disminución e incluso desaparición.
El éxodo rural a las ciudades ha vaciado el campo no solo de personas, sino también de estas especies animales.
Animales en peligro de extinción: 30.000 burros
Un ejemplo paradigmático es el burro doméstico. Sus ancestros salvajes proceden del continente africano (de ahí su nombre científico Equus africanus asinus) y fue hace unos 7.000 años cuando los convertimos en animales básicos para las labores del campo y otras actividades esenciales.
En muchas partes de África, Sudamérica y Asia siguen siendo fundamentales para las economías locales. En Europa, en cambio, corren riesgo de convertirse en un vestigio del pasado.
En España se estima que había más de un millón de burros al acabar la Guerra Civil, mientras que en la actualidad habrá unos 30.000, según datos de El Refugio del Burrito, una ONG que pretende protegerles y recuperarles. En concreto, quedan seis razas autóctonas españolas: la andaluza, la vizcaína de las Encartaciones, la catalana, la balear, la zamorano-leonesa y la majorera de Fuerteventura. Todas ellas en peligro de extinción, advierten sus defensores.
Por qué es importante conservar la biodiversidad rural
Además del valor histórico, cultural o sentimental de estas especies animales, existe un interés práctico, extrapolable a toda la biodiversidad en general. Una especie autóctona posee características genéticas peculiares que le han servido para adaptarse al entorno. De esta manera, están más preparadas para superar enfermedades o emergencias medioambientales.
Como hemos comentado, la globalización agropecuaria ha elegido unas pocas variedades, las más productivas, descartando el resto. El sector ganadero mundial se basa en unas 40 especies animales, de las cuales sólo un puñado nos proporciona la mayor parte de la carne, leche y huevos, según la FAO.
Esto ha llevado a una pobreza genética muy peligrosa. Como sentencia José Graziano da Silva, Director General de la FAO, “menos biodiversidad significa que las plantas y los animales sean más vulnerables a plagas y enfermedades. La pérdida creciente de biodiversidad para la alimentación y la agricultura, agravada por nuestra dependencia de cada vez menos especies para alimentarnos, está llevando nuestra ya frágil seguridad alimentaria al borde del colapso”.
En este sentido, si apareciese una enfermedad que atacase a una especie comercial en concreto, pondría en peligro a toda esa especie a nivel mundial, y con ello a la producción de alimentos, la economía, entre otros aspectos. En cambio, conservando la diversidad de especies rurales, con sus propias características, resistencias y adaptaciones, el riesgo será menor.
Quizás así podamos disfrutar por muchos años más de estos asnos y burros en peligro de extinción y seguir conservando su entrañable imagen por los campos de toda España.