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El cambio climático dispara los megaincendios. 

El 15 de junio se desató el infierno en la Sierra de la Culebra (Zamora). Las temperaturas extremas, los vientos fuertes y la escasa humedad de la primera ola de calor del verano generaron las condiciones idóneas para el desastre, iniciado por los rayos de una fuerte tormenta eléctrica. Este megaincendio, el más grave registrado en España hasta la fecha, afectó a una superficie de 30.800 hectáreas, aproximadamente la mitad de la superficie de la ciudad de Madrid.

 

Bomberos en el incendio de la Sierra de la Culebra. Foto de César Manso en Cadena Ser.

 

Aunque no existe una definición exacta, un megaincendio es un incendio forestal que se propaga de forma muy rápida arrasando una superficie superior a las 10.000 hectáreas. Un hecho excepcional que se está convirtiendo en una costumbre durante los últimos años favorecida por el calentamiento global: los incendios son cada vez más grandes, más severos y difíciles de extinguir. Según algunos estudios, el 3% de los incendios alcanzan ese estatus y suponen el 50% de la superficie calcinada del planeta.  

Las causas que originan los incendios forestales son variadas, incluso se pueden dar la combinación de varias. Hay incendios intencionados, causados por quemas de rastrojos no autorizadas, por especulación urbanística o por pirómanos; incendios provocados por comportamientos negligentes como los que resultan de lanzar colillas o dejar hogueras mal apagadas e incendios accidentales como los provocados por chispazos en las líneas eléctricas o la caída de rayos. 

 

Calentamiento global e incendios de sexta generación.

El calentamiento global del planeta, el abandono del campo, la mala gestión forestal, la aridez de los suelos y la acumulación de la biomasa vegetal forman un cóctel perfecto para la ignición. Diversos estudios establecen una relación directa entre la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera y la intensidad de estos fenómenos.

 

Hidroavión en el incendio de Thousand Oaks (Estados Unidos) 2017. Foto de Ben Kuo en Unsplash

 

El comportamiento de los incendios también ha ido variando con el paso de los años y el cambio de las costumbres. Según los científicos Marta Miralles y Marc Castellnou, se pueden distinguir 6 generaciones de incendios

 

  1. Primera generación (1950-1960): incendios “tradicionales” que afectan a menos de 5.000 hectáreas. El primer éxodo rural de los trabajadores del campo a las ciudades provoca el abandono de tierras agrícolas y los montes. Incendios que pueden tener comportamientos más predecibles, lo que facilita su extinción con medios básicos. 
  2. Segunda generación (1970-1980): hasta las 10.000 hectáreas, son incendios con una mayor velocidad de propagación que los anteriores. Empiezan a aparecer medios de extinción aéreos como los hidroaviones y terrestres como las motobombas. 
  3. Tercera generación (años 90): entre 10.000 y 20.000 hectáreas. La población civil se ve afectada al popularizarse las segundas viviendas o las áreas de ocio en espacios forestales. Los fuegos se propagan de forma más rápida entre las copas de los árboles y su comportamiento es caótico, dificultando las labores de extinción. 
  4. Cuarta generación (desde el 2000): la proliferación de los núcleos residenciales y los polígonos industriales pone en riesgo la vida de las personas. Las labores de extinción incluyen el desalojo de viviendas y la defensa de la vida de las personas. Los medios de extinción se apoyan cada vez más en tecnología y datos: simulaciones, GPS, herramientas de análisis, etc.
  5. Quinta generación (desde el 2000): megaincendios con múltiples focos simultáneos y alta velocidad de propagación, principalmente durante las olas de calor. Las dificultades de extinción se multiplican. 
  6. Sexta generación (desde el 2016): megaincendios que liberan tanta energía que son capaces de modificar las condiciones meteorológicas de su entorno. Estos cambios climáticos provocados pueden dar lugar a un fenómeno conocido como “tormentas de fuego”, fuertes corrientes de aire que alimentan las llamas y propagan de forma violenta y descontrolada el incendio. En muchos de estos incendios los medios de extinción no son capaces de acercarse a las llamas.  

 

Espoleados por el calentamiento global, los megaincendios han venido para quedarse. Episodios climáticos extremos que cada vez serán más frecuentes, más dañinos e incontrolables, algunos de ellos con víctimas mortales como el de Pedrógão Grande en Portugal en el año 2017, los de Australia en 2019, California 2020 o los de Grecia e Italia en el verano del 2021.

 

El viejo refrán “más vale prevenir que curar” es aplicable también en este campo. Independientemente de las circunstancias climáticas, mantener un monte limpio y sano es vital para evitar la propagación de los incendios. España, como país especialmente afectado por la subida de las temperaturas, puede y debe tomar nota para evitar que se repitan megaincendios como el de la Sierra de la Culebra o el de Sierra Bermeja, Málaga, en el pasado otoño

 

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