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Iván Costa

Ecovidrio

Ambientólogo apasionado de la política municipal. Dedicado a la gestión de residuos desde el año 2004 tanto en el ámbito público en administraciones como en el ámbito privado tanto en gestores de residuos, como inspector y actualmente dedicado a la gestión de los residuos de envases de vidrio. Su vocación es cambiar el paradigma de la gestión de residuos y contribuir a la implantación de un nuevo modelo basado en la valorización.

El nuevo paradigma en la gestión de residuos

El año 2019 parece que hubo un «despertar» generalizado en la población sobre la situación de emergencia climática que vive el planeta. Una situación que desde el sector ya se venía vaticinando desde años atrás, muchos años atrás. No es sin embargo, hasta que no nos toca de cerca, cuando parece que reaccionamos a los estímulos. A modo de resumen:

El año 2019 destacó por el efecto Greta Thunberg, que sacudió más conciencias que todas las voces ecologistas durante los últimos 20 años.

El año 2019 terminó también, con los niveles de CO2 atmosféricos más elevados de la historia y tomaron fuerza las voces que alertaban de que disponíamos de menos de una década para revertir la situación. O eso, o llegaríamos a un punto de no retorno climático prácticamente irreversible que causaría daños incalculables y difícilmente medibles.

Daños tales como extinciones masivas, pérdida de ecosistemas y hábitats, afectación agrícola, afectaciones graves a la salud, catástrofes naturales y también, pandemias. Sí, pandemias.

Casualmente (o no) el año 2019 también terminó con el inicio de la que será posiblemente la peor pandemia conocida durante el último siglo.

 

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Imagen vía: Freepik

 

Ahora ha llegado el momento, con la actividad económica parada, en la que tenemos que repensar qué modelo de sociedad, de economía, de producción, de consumo y un largo etcétera queremos.

Si preguntáramos los expertos cuál sería su diagnóstico, seguramente todos convergerían en algo parecido a esto:

  •  Es necesario un cambio que promueva la transición del modelo de propiedad al modelo de uso.
  •  Hace falta un cambio en el modelo de producción que haga hincapié en el ecodiseño, para lograr dos metas: alargar la vida de los productos y al mismo tiempo, hacerlos fácilmente desballestables y reaprovechables prácticamente en la totalidad de sus componentes. 
  •  Hay que fomentar una nueva era de materiales que se pueda reintroducir fácilmente en el sistema ya sea mediante su reutilización, su reciclaje o su uso con otros fines distintos a los originales.
  •  Hay que fomentar la transición energética para alcanzar un mix 100% renovable y esto incluye cambios en el modelo energético de transporte, en el modelo energético industrial y en el de consumo eléctrico. Donde por supuesto, algunos de los hitos son el fomento del autoconsumo, la descentralización de las plantas de generación, su democratización y hacerlas no dependientes de grandes multinacionales y el abandono progresivo de la energía de origen fósil.
  •  En cuanto al consumo de agua, la meta es vertido cero de aguas residuales a los cauces sin pasar por EDAR, separación de la red de alcantarillado de la red de recogida de aguas pluviales, captación de agua de lluvia, rebaja del consumo industrial, agrario y doméstico, limitación de pérdidas durante el transporte, y un largo etcétera, de nuevo.
  •  Y por supuesto cambios en GESTIÓN DE RESIDUOS, de la que hablaremos a continuación.

Estas y decenas de otras medidas conformarían el libro blanco de nuestros objetivos ambientales como sociedad desde ya y durante los próximos años.

Todas estas medidas se pueden clasificar entre aquellas que pueden llevar a cabo los ciudadanos voluntariamente y aquellas que necesariamente deben nacer con una nueva legislación que obligue, industrias, ciudadanos, productores, consumidores a actuar de una manera determinada según unas necesidades concretas en cada caso.

 

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Imagen vía: Freepik

 

Desgraciadamente, no podemos incidir mucho en estas segundas pero sí lo podemos hacer en las primeras y es de ellas, de las que hablaremos aquí, porque hay mucho trabajo por hacer y muchas soluciones fácilmente aplicables.

La circularidad comienza por el legislador, hasta que la producción no cambie, como ciudadanos sólo podemos gestionar las miserias que nos deja una producción lineal, y esto nos conduce necesariamente a una correcta gestión de los residuos. Y en este campo, como siempre, partimos de una gran carencia que, una vez más, nace del legislador: la falta de transparencia sobre el sector. Este hecho ha provocado un profundo desconocimiento hacia los procesos de gestión de residuos municipales y una gran desafección por parte de los ciudadanos que sólo genera rechazo al sistema, pérdida de compromiso y falta de reclutamiento.

Una vez más, las soluciones tienen inicios fáciles:

  •  Hay, de una vez por todas, que incidir en la importancia (a nivel municipal) del servicio de recogida de residuos como servicio básico e imprescindible para el funcionamiento de cualquier municipio.
  •  Es necesario, además, hacer aflorar el coste de este servicio y que los ciudadanos sepan lo que le cuesta a su ayuntamiento, recoger en la puerta de su casa la basura que cada persona genera cada día. Un servicio exactamente igual de necesario y que tiene un coste exactamente igual que cualquier otro servicio municipal como las guarderías.
  •  Hay que apartar la gestión de los residuos municipales del discurso político-ideológico y acercarlo a un discurso eminentemente técnico. Una política profesional, debería implantar siempre los mejores sistemas y técnicas disponibles para la mejora de la gestión y la optimización de los resultados ambientales.
  •  Hay, en definitiva, que hacerle ver al ciudadano la importancia de hacer una buena recogida selectiva en casa.

La tecnología es limitada y cara, ¡muy cara! Y sin embargo no permite hacer una separación de residuos al 100%, como sí podemos hacer los ciudadanos de forma manual. Ni las administraciones ni nosotros como sociedad deberíamos permitir perpetuar las políticas de construcción de nuevas infraestructuras de tratamiento de residuos de forma indefinida para hacer un trabajo que nosotros no queremos hacer en casa! Cuidado, que no quiere decir que no haya que construir estas plantas de tratamiento, pero en primera instancia, hay otras herramientas que deben permitir maximizar la separación selectiva en origen.

Siguiendo en esta línea por lo tanto, tampoco podemos permitir potenciar la construcción de nuevos vertederos para verter todo lo que no hemos sido capaces de valorizar porque era técnicamente imposible de separar (cuando en casa sí lo era), como tampoco podemos potenciar la construcción de plantas de valorización energética.

Y entonces, ¿cuál sería la hoja de ruta?

  • Usar la fiscalidad como primera herramienta de gestión de residuos.
  • Avanzar hacia sistemas de recogida que rompan el anonimato y permitan identificar al usuario.

No puede ser una receta más fácil. A partir de aquí los resultados llegan y empieza entonces la era de la transparencia en la gestión político-técnica de los residuos municipales. Cada ciudadano debe consciente y responsable del nivel de su generación de desechos y sobre todo de los costes de su gestión, tanto económicos como ambientales y sociales.

La buena noticia es que ya disponemos de ejemplos que funcionan. Veámoslos.

Fiscalidad autonómica

Aquí podríamos diferenciar fiscalidad autonómica de fiscalidad municipal. Ambas podrían estar alineadas para lograr, en sinergia, los cambios de hábitos que esperamos en los ciudadanos para incrementar la separación selectiva en origen.

En cuanto a la fiscalidad autonómica en materia de residuos hay que destacar el canon sobre vertido e incineración de residuos, que grava todos aquellos residuos que entran en ambos tipos de instalaciones finalistas de residuos.

Este impuesto es una palanca que mueve a los ayuntamientos a aplicar políticas activas que persigan la reducción de la generación de rechazo.

El objetivo es dar la vuelta los datos actuales donde todavía enviamos al vertedero (e incineración) el 60% de los residuos que generamos en Cataluña, la mayor parte de los cuales son valorizables; en especial la materia orgánica. Paralelamente además, el canon permite recaudar una importante suma de ingresos que se redirigen hacia la financiación, para los propios ayuntamientos, de la recogida y el tratamiento de la fracción orgánica y en inversiones en nuevas infraestructuras de gestión y tratamiento de residuos.

¿Y cuáles son los datos obtenidos desde la aplicación del canon? (Hay que especificar que durante los primeros 14 años, el canon era un importe simbólico que no tenía la potencia catalizadora de cambio que habría podido. No obstante, esto por suerte, ya ha cambiado).

Pues los datos son que desde su aplicación en 2004, el rechazo se ha reducido en un 25% pasando de representar el 80% en llegar apenas al 60%. Y paralelamente, la materia orgánica se ha incrementado en un 240%.

 

¿Por qué es importante seguir desarrollando esta herramienta?

Por dos motivos:

El primero es que la Directiva Marco de Residuos establece que este año 2020 ya deberíamos haber alcanzado la meta del 50% de separación selectiva y establece que debemos alcanzar el 65% para el año 2035.

Y  el segundo motivo es la eficacia obtenida por esta herramienta en otros países de nuestro entorno donde tienen políticas más avanzadas. Según esto, se establece una relación lineal entre el importe del canon y el porcentaje de separación selectiva. Observamos que en torno a los 150€ de coste total de gestión del rechazo, se alcanzan cifras del 70% de valorización. Cuanto mayor es el canon, mayor es el incentivo para las administraciones públicas, de aplicar medidas que insten al ciudadano a la separación de residuos selectiva.

 

El canon en Cataluña

Actualmente hay una previsión de aumento del canon hasta situarlo por encima de los 50€/tonelada, que debería significar unos ingresos asociados cercanos a los 70 millones de euros que permitirían la financiación (en forma de retorno a los ayuntamientos) de la recogida y el tratamiento de la fracción orgánica y sobre todo la financiación de nuevas infraestructuras.

Fiscalidad municipal con identificación de usuario

A nivel municipal, los ayuntamientos tienen varias opciones fiscales que históricamente se han usado de forma estrictamente recaudatoria, sin sentido, sin planificación y sobre todo, sin ningún tipo de diseño que llevara implícito un componente pedagógico.

Aquí hay que introducir un apunte: dos de las herramientas fiscales básicas de los ayuntamientos son las tasas y los precios públicos. Entre otros, la diferencia principal es que los precios públicos deben cubrir como mínimo el coste de los servicios prestados, mientras que las tasas pueden cubrir como máximo estos costes.

De este modo, durante años las políticas ambientales municipales han limitado a establecer tasas de recogida de basuras planas, que no cubrían los costes del servicio y que por lo tanto, ni educaban ni conseguían ningún cambio de hábitos. Al contrario, generaba desafección por el hecho de ver como todos los ciudadanos, independientemente de si separaban correctamente o no, pagaban exactamente lo mismo.

Y lo mismo, pero de forma aún más acentuada, pasaba (y pasa) con la tasa a nivel comercial, donde los únicos parámetros de cálculo solían ser la superficie del establecimiento y quizás la tipología comercial. En ningún caso se vinculaba la tasa al volumen de generación ni a la calidad de la separación en origen.

Pero afortunadamente esto está cambiando.

En Cataluña cada vez son más los ejemplos de ayuntamientos que cambian el paradigma de la fiscalidad ambiental para introducir algunos parámetros básicos:

Transparencia: todo el mundo sabe lo que paga y para qué lo paga.

Justicia y proporcionalidad: cada uno paga en función de la cantidad de residuos que genera. Al contrario que hasta ahora donde todo el mundo pagaba igual independientemente de su comportamiento ambiental.

– Pedagogía: esta proporcionalidad anima los cambios de hábitos para perseguir este incremento en la separación selectiva y la reducción del rechazo.

Identificación del usuario: supone romper la libertad absoluta de tirar la basura cuando, cómo y dónde se quiere y romper también este anonimato. Identificando los usuarios, automáticamente los haces conscientes del volumen de basura que generan y responsables de su correcta gestión. Sin esta identificación, es del todo imposible aplicar fiscalidad asociada.

De formas de romper el anonimato iremos hablando pero hoy destacamos la recogida puerta a puerta, que ha demostrado ser la herramienta más eficaz para el incremento de la recogida selectiva, sobre todo en municipios rurales pequeños y medianos; aunque poco a poco se está extendiendo también hacia las grandes urbes con gran éxito.

Así, tenemos por ejemplo el caso del municipio de Vilablareix. El ayuntamiento hizo una implantación por fases donde el año 2013 comenzó implantando la recogida puerta a puerta de residuos con identificación de los usuarios. En la segunda fase, en 2018, dio un salto de calidad con la implantación del pago por generación, donde gracias a aquella identificación previa de los usuarios, les podía empezar a aplicar tasas personalizadas en función del número de bolsas de basura que cada usuario generaba.

 

¿Qué supusieron estos dos cambios en la manera de gestionar los residuos municipales?

En primer lugar, observamos que con la implantación de la recogida puerta a puerta en 2013 Vilablareix pasó de recoger selectivamente un 39% de sus residuos, a recoger el 86%.

 

Una sola medida como es la identificación de los usuarios, en este caso aplicada mediante una recogida puerta a puerta, supuso la reducción en un 77% de la generación de rechazo.

A partir de aquí, la fase 2: la aplicación de una tasa proporcional y justa como herramienta para alcanzar la excelencia y aplicar el principio de «quien contamina, paga».

El año 2018 Vilablareix implantó una tasa progresiva por tramos que desgrava la buena separación selectiva, en este caso de los envases ligeros y de la materia orgánica. De este modo, cuantas menos veces al año una vivienda saque bolsas de envases y orgánica, más importe de tasa pagará. Las viviendas menos recicladoras por tanto, asumirán en mayor parte los gastos del servicio de recogida y tratamiento de los residuos generados en el municipio.

 

 

Según la tabla, la tasa mínima anual a pagar serían 80 € para los más recicladores, mientras que los menos recicladores pagarían hasta 270 €.

¿Qué resultados lograron con esta tasa?

A pesar de tener unos datos extraordinarias, Vilablareix consiguió incrementar la generación de materia orgánica en un 12% y de envases ligeros en un 17% y reducir la generación de rechazo en un 20% para situarse en más de un 90% de recogida selectiva en el municipio.

Parece por tanto que ya tenemos el camino marcado para los próximos años donde será necesario que todos los municipios vayan implementando este tipo de medidas para contribuir a la meta de separar selectivamente el 50% de los residuos para el final de este año 2020 y en un 55 % para 2025.

 

En conclusión, se trata de un modelo de gestión de residuos, que aunque ya esté contrastado en algunos territorios, resulta nuevo para la gran mayoría de corporaciones locales del país. Un modelo con diversas fórmulas, compatibles y complementarias que convergen en un mismo resultado: la reducción de la generación de rechazo y el consiguiente incremento de la valorización de residuos.

Porque no podemos permitirnos políticas basadas en el vertido y la incineración, la verdadera circularidad empieza con reconsiderar como recursos lo que hasta ahora eran residuos.

 

Se pueden consultar los ejemplos citados y otros muchos en la plataforma:

residusmunicipals.cat

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