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¿Qué tendrán las ciudades intermedias que se vive tan bien en ellas?

Como ya hemos contando en anteriores posts, a las ciudades se las puede ver y medir de muchas formas. Por ejemplo, en una de nuestras últimas entradas os contábamos cómo eran las ciudades sostenibles poniendo algunos ejemplos concretos de desarrollo sostenible. ¿Y si os decimos que el tamaño de la ciudad tiene mucho que ver en su capacidad para ser más sostenible?

Hay ciudades grandes, ciudades muy grandes y megalópolis. Son las que se llevan los titulares y centran los focos de atención. Pero, en realidad, la mayoría de la población urbana mundial (hasta un 60%) vive en lo que se llama ciudad intermedia, consideradas por ONU Hábitat como el futuro del mundo urbano, ya que asimilan el crecimiento urbano mundial de una forma más ordenada, sostenible y sensata.

Entonces ¿qué es exactamente una ciudad intermedia? Pues depende de la población que viva en ella y también de dónde esté, porque no es lo mismo una ciudad de este tipo en China que en España.

Pamplona: Depositphoto-ICS Comunicación

 

¿Dónde ponemos la medida entonces? Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), algo así como la gran “patronal” de las urbes del mundo, dice que las ciudades intermedias a nivel general son las que tienen entre 50.000 y un millón de habitantes (hay más de 10.000 en el mundo). Sin embargo, la Unión Europea cierra un poco la pinza y habla de urbes de entre 20.000 y 500.000.

En el caso de España, esta horquilla es incluso más estrecha. Quizás sería mejor definir este tipo de ciudades por descarte: no son las ciudades principales ni más grandes, y tampoco son las de tamaño pequeño (sobre 5.000 ó 10.000 habitantes) donde la traza urbana se mezcla con la  identidad rural.

En nuestro país, según el INE con datos de 2016, solo hay seis ciudades con más de 500.000 habitantes (las “grandes ciudades”): Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza y Málaga. Incluyendo éstas, solo 63 ciudades superan los 100.000 habitantes, mientras que hay 330 con una población de entre 20.000 y 100.000. Esta claro que las ciudades intermedias ganan por goleada.

Dicho esto, habría que señalar que en realidad el tamaño, al final, no es tan importante, porque a la ciudad intermedia la definen otros rasgos muy particulares más allá de su número de habitantes, aun siendo esto muy importante. Vamos a ver algunos de ellos.

 

¿Cómo son las ciudades intermedias?

Slow’ y a escala humana

Cuando entras en una urbe intermedia enseguida te vas a dar cuenta, porque la ciudad no te devora ni apabulla. Más bien al contrario, normalmente sientes que la escala urbana es adecuada a tus necesidades, que su tamaño la humaniza y que todo “está más a mano”. Los tiempos son más pausados, eso que algunos llegaron a llamar “aire de provincias” cuando se referían a las pequeñas capitales españolas. Precisamente, esta cultura “slow” que tanto se criticó antaño, es ahora uno de los principales valedores de las ciudades intermedias.

Cada vez nos gusta disfrutar más de nuestro tiempo, estresarnos menos y, sobre todo, elegir el espacio en el que nos movemos. Lo que comenzó en 1999 siendo una apuesta de algunas ciudades italianas, ahora es la red internacional “Cittaslow” con 252 ciudades repartidas por cerca de 30 países. En España, pertenecen a este movimiento 23, entre ellas Lekeitio, Balmaseda o Pals. Dicen desde la red que “se pueden respetar las pequeñas diferencias en un mundo cada vez más globalizado”. Por algo será que su logotipo es un caracol.

 

ciudades-intermedias

Fuente: Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz

Reconectando con lo verde

Si en las grandes ciudades la naturaleza vive “fuera” de ellas, en las intermedias resulta un elemento más de su composición. La frontera entre ciudad y entorno natural está más diluida, y por ello las urbes de este tamaño están jugando un papel fundamental en los nuevos conceptos de renaturalización urbana. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Lleida ha desarrollado un gran trabajo recuperando los huertos periféricos del caso urbano y rescatando fincas abandonadas que dejaron hace mucho de ser productivas..

Tampoco podemos olvidarnos de Vitoria-Gasteiz, seguramente el paradigma perfecto de ciudad intermedia y European Green Capital en el año 2012, donde se rescató la naturaleza urbana gracias al anillo verde periurbano (un conjunto de parques conectados que preservar su valor ecológico) y se  rehabilitó el Palacio de Congresos bajo criterios de ecoarquitectura con una enorme fachada vegetal (33.000 plantas de diversa variedades autóctonas) y medidas de eficiencia energética.

ciudades intermedias - palacio de congresos vitoria

Palacio de Congresos de Vitoria-Gasteiz. Fuente: Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz

Sujetando el territorio

Las ciudades intermedias son el eslabón entre dos mundos: el rural y el urbano. Normalmente, son los epicentros comerciales y culturales de amplios territorios y donde los habitantes del espacio rural tienen sus referencias principales. Este tipo de urbes son la mejor herramienta para luchar contra la despoblación del mundo rural, pues facilitan servicios, comercio, desarrollo económico y capacidades de “corta distancia” (escuelas, hospitales, oferta cultural y de ocio, administraciones públicas, etc.). Ejemplos de esta función articuladora del territorio son ciudades como León, Soria, Lugo, Cuenca o Córdoba.

Bajas en carbono y con movilidad sostenible

Las ciudades españolas pioneras en afrontar el camino hacia una movilidad más sostenible y menos contaminante son casi todas intermedias. Muchas de ellas comenzaron ya hace años a peatonalizar sus cascos antiguos y a limitar el tráfico en sus calles, porque el factor diferenciador es que en estas urbes la mayoría de los desplazamientos se hacen a pie (ahora también en bicicleta) y en transporte público, dado que las distancias en el interior de la ciudad son cortas y accesibles a la mayoría de ciudadanos.

La Red de Ciudades que Caminan, que se rige por la Carta de los Derechos del Peatón, agrupa 36 urbes, de las cuales la gran mayoría son ciudades medianas como Irún, Medina del Campo, Ponferrada, Pamplona, Puerto Real o Torrelodones. Esta red promueve el proyecto “Ciudades 30km/h”, gracias al cual muchas de sus ciudades limitan a esta velocidad casi todas sus calles para “calmar” el tráfico.

En este aspecto, destacada la ciudad de Pontevedra, que recibió hace unos años un premio internacional de ONU-Habitat por su estrategia de peatonalización y regeneración de espacio público. Y todo ello, con lo que supone para sus vecinos a la hora de respirar un más aire limpio y combatir el cambio climático.

ciudades intermedias - pontevedra

Pontevedra: Fuente: Wikimedia Commons

Donde comunicarse es lo natural

Vincularse con los demás, conocer a los vecinos, conformar una gran familia… Gracias a su dimensión, las ciudades intermedias permiten el intercambio y las relaciones humanas mucho mejor que en las grandes urbes, porque no han perdido la capacidad de conectar personas. Esto permite aumentar la llamada complejidad urbana (las interactuaciones entre las personas),  una de las principales características de las urbes desde hace más de 5.000 años.

Además, la participación vecinal y su implicación con la ciudad surge de manera más natural. En esto de la proximidad, la escucha activa y la participación ciudadana, hay una red de ciudades que hace proyectos francamente buenos: Kaleidos.red

Mi unidad de vida

Haz un recuento de todo lo que necesitas hacer en un día y ahora piensa si podrías hacerlo caminando porque no necesitas salir de tu barrio. Esto es impensable (o casi) en una gran urbe, pero en las ciudades intermedias sí es posible. De hecho es su modelo de vida. Es como si fueran barrios en vez de ciudades, porque la “unidad de vida” de sus habitantes (el perímetro donde resuelven sus cuestiones vitales día a día) tiene la escala adecuada para evitar perder media vida subido a un coche o ir “con la lengua fuera” de aquí para allá. Tantas son sus ventajas, que el proyecto de “supermanzanas” diseñado por la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona es, en cierto modo, una manera de hacer de una ciudad grande la suma de muchas ciudades pequeñas.

Velando por la identidad

Por último, hay que destacar que las ciudades intermedias son claves para preservar y retener las identidades culturales. Igual que una de las ventajas de las grandes ciudades es su diversidad (con su otra cara no tan positiva que es la uniformidad que provoca la globalización y que muchos llaman “urbanalidad”), en las urbes intermedias resulta más sencillo mantener aspectos culturales o etnográficos que vinculan a las personas con los territorios que habitan. Este sentido de pertenencia es una de las claves del renacimiento cultural de muchas ciudades de tamaño medio. Como se pudo comprobar en un reciente encuentro de poblaciones intermedias europeas y norte-africanas celebrado en Soria, el desarrollo urbano sostenible, la mejora de la calidad de vida y las nuevas gobernanzas pasan por las ciudades intermedias. Nunca antes fue tan cierto aquello de pensar el global y actuar en local.

 

¿Vives en una ciudad intermedia? ¡Cuéntanos cuáles son las iniciativas sostenibles que se ponen en marcha en tu ciudad!

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